Articulación: ¿cómo se imaginan al científico los estudiantes secundarios de Córdoba?

Jueves, 30 Abril 2015

Como parte de un Programa de Articulación con escuelas, un grupo multidisciplinario de investigadores provenientes de distintas unidades académicas de la UNC implementa un taller para romper los estereotipos que comparten los alumnos del nivel medio de distintas instituciones en la provincia. La iniciativa recurre a juegos y experimentos para mostrar la labor cotidiana de los trabajadores de la ciencia. La idea central es que no existe un título de científico, sino un modo de construir conocimiento. El proyecto se presenta como un aporte para generar vocaciones científicas.

¿Qué apariencia tiene un científico? La pregunta es el disparador para derribar las representaciones preconcebidas que tienen los adolescentes. Varón, de aproximadamente 50 años, calvo o despeinado, preferentemente con anteojos y de impecable bata blanca o guardapolvo. Trabaja solo, en un laboratorio lleno de tubos de ensayo y muchas veces ubicado en un subsuelo. De escasa o nula vida social, sin familia y con una explícita desvinculación de los intereses, gustos y caprichos de la gente común, como ser hincha de un club de fútbol, comer chocolate o disfrutar un asado con amigos. Esa es, sintéticamente, la imagen casi unívoca que tienen de los “científicos” los estudiantes del secundario en la provincia de Córdoba.

Así lo registran las observaciones realizadas en el marco de este Proyecto de Articulación implementado desde la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ) y en el que también participan investigadores de las facultades de Psicología , Ciencias Médicas, Ciencias Agropecuarias (CA), Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (CEFyN), Matemática, Astronomía y Física (FAMAF), y de la Escuela de Ciencias de la Información (ECI).

Los estereotipos del científico y de la actividad de investigación que realiza, forman parte del acumulado de representaciones sociales que circulan como conocimiento compartido del sentido común y, como tal, no alcanza solo a los jóvenes sino a toda la sociedad. Sin embargo, entre los alumnos del secundario tiene un papel determinante, ya que es en esa etapa de su vida cuando los futuros profesionales definen sus vocaciones.

Con ese marco de referencia trabaja el proyecto: “Aproximación a la Representación Social del rol del científico en estudiantes del nivel medio. Estímulo a la vocación científica en los jóvenes”, dirigido por Mónica García, de la FCQ. “El foco está puesto en que los chicos vean como una posibilidad cierta y cercana el dedicarse a la ciencia. Que exista como parte del menú de oportunidades a la hora de elegir continuar estudiando”, explica la Coordinadora.

 

Las apariencias engañan

La propuesta de trabajo es un taller que inicia con el video “Ser astronauta o tomar mate”, donde proyectan imágenes con la consigna de identificar el trabajo de las personas según su apariencia. Si lleva traje, portafolio y está bien peinado, es ejecutivo, empresario, abogado o contador. Si es joven, delgada y con músculos tonificados, se trata de una deportista. Si la mujer usa guardapolvo, es maestra; pero si lleva una chaquetilla, es médica u odontóloga. Las respuestas varían, pero siempre en un rango muy cercano en el que fácilmente se logran acuerdos y consensos de sentidos.

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“¿Y qué apariencia tiene un científico?”. La indagación dispara respuestas casi unívocas y complementarias. Describen a un hombre (resulta llamativo que a las mujeres no se las vea representadas en la tarea científica), adulto, de bata blanca, que trabaja solo y aislado, con una pequeña variación que va, del señor pelado de anteojos (genio, nerd) al despeinado y desprolijo (el científico loco).

Puesto en evidencia y analizado el concepto de estereotipo como miradas comunes compartidas, quienes coordinan el taller se ubican como centro del debate: "Y para ustedes, ¿qué somos nosotros?". “A mí suelen identificarme con una maestra jardinera o pediatra, argumentando que es por la forma en la que hablo, me expreso y explico”, apunta Mónica García.

“A partir del relato de nuestra rutina diaria –completa–, les vamos contando a los estudiantes qué es y qué hace un científico. Esto permite amplificar la noción de ciencia que los estudiantes comparten, mostrando una perspectiva más general del campo científico”.

 

De la teoría a la práctica

Después de desnaturalizar la imagen idealizada del científico por una más cercana y palpable, quienes implementan el taller, proponen experimentos a los chicos, que involucran reacciones químicas, estudios de percepción y sensibilidad. Allí abordan desde el planteo de las hipótesis hasta el diseño experimental para su comprobación.

Para romper con la idea de la solemnidad de la ciencia, todas las actividades son abordadas teniendo en cuenta el componente lúdico. “Trabajamos con la idea de que no hay un título de científico, no hay un diploma, sino que se trata de una vocación científica, un modo de actuar, una manera de construir conocimiento. También intentamos ejemplificar situaciones de la vida cotidiana y mostrar cómo se puede ir 'descubriendo' la ciencia. Por ejemplo, lo que ocurre cuando alguna persona está cocinando una salsa cuyo sabor es demasiado ácido. El actuar de la persona es agregar una pizca de azúcar o bicarbonato para reducir el nivel de acidez y esto lo hace sobre la base de la experiencia y del conocimiento popular”, comenta García.

En los talleres también surgen discusiones sumamente interesantes, como la importancia de los científicos (y de las científicas) para el desarrollo de un país o una región y cómo eso se relaciona con las distintas profesiones, su retribución económica o el reconocimiento social.

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De todos modos, el eje central de la iniciativa es que la ciencia se convierta en una opción cierta y válida de formación profesional, para hombres y mujeres, entre las tantas posibles para los alumnos. “Tratamos de contribuir a que la decisión de seguir estudiando tenga un abanico más grande de posibilidades. Creemos que esto permitiría un mayor éxito en el desarrollo de las vocaciones de los estudiantes”, argumenta García.

Complementariamente, la propuesta prevé una serie de actividades en las que cada escuela puede participar, como la “Semana de la ciencia” en la Facultad de Ciencias Químicas, o visitas a los laboratorios, la “Jornada de puertas abiertas” de la Escuela de Ciencias de la Información y recorridos por el laboratorio de neurofisiología de la Facultad de Psicología. “En los laboratorios, los chicos se encuentran cara a cara con investigadores y ven –sobre todo en Ciencias Químicas– que también hay mujeres, que no trabajan solos, que el clima es distendido y que hay jóvenes. Pero principalmente, que son personas comunes como cualquiera de ellos”, concluye Mónica García.

Articulación con el nivel medio

El proyecto “Aproximación a la Representación Social del rol del científico en estudiantes del nivel medio. Estímulo a la vocación científica en los jóvenes” se inscribe en el marco de un programa de articulación que impulsa la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ).

La iniciativa coordinada por Mónica García, docente de la FCQ y farmacéutica egresada, lleva ya varios años en ejecución. “En un principio, trabajábamos con los cursos que estaban finalizando el secundario. Después comprendimos que era mejor con alumnos de tercer y cuarto año, sobre la finalización del ciclo básico, para que esta ampliación de miradas y posibilidades estuviera presente como un aporte a la hora de elegir la especialización de nivel medio”, explica García. Durante 2014, el proyecto trabajó con talleres en 11 colegios públicos y privados del interior de la provincia y de Córdoba capital.

En la FCQ, está vigente la Convocatoria 2015 para presentar proyectos de articulación de este tipo.

Fuentes consultadas:

Prosecretaria de Comunicación Institucional del Rectorado. UNCiencia (Ariel Orazzi).

Farm. Mónica García.