Farmacias en pandemia, más allá de los medicamentos

Martes, 12 Mayo 2020

 

Por Dr. Santiago Palma y Dr. Juan Pablo Real

Farmacéuticos y docentes-investigadores de la UNC y CONICET. Especialización en Farmacia Comunitaria (FCQ, UNC).

 

La profesión farmacéutica es milenaria. Mientras existan medicamentos, la sociedad demandará farmacéuticos. A nivel mundial, durante la pandemia por coronavirus, las farmacias han permanecido abiertas y los farmacéuticos han estado disponibles permanentemente para sus pacientes, sin turnos ni intermediarios.

 

Los medicamentos son esenciales y los únicos que pueden custodiarlos son los farmacéuticos. Por ende, las farmacias -con pandemia o sin pandemia- siempre están abiertas. Y a esto lo dice, incluso, el Estado a través de sus leyes, quien declara a las farmacias como un servicio público impropio, es decir un servicio esencial para la población cumplido a partir de la iniciativa privada bajo estricta regulación estatal.

 

En este difícil  contexto que vivimos, las farmacias también han demostrado que sus servicios esenciales van más allá de dispensar un medicamento, previa verificación de su necesidad y seguridad. En estos meses de pandemia, los farmacéuticos siempre estuvieron (y están) para acompañar a sus pacientes y responsabilizarse de otras necesidades sociosanitarias, tales como:

 

  • Brindar información segura a los pacientes sobre la pandemia: desde indicar cómo se utiliza un barbijo hasta comentar qué rutinas adoptar en el hogar para evitar las consecuencias de la cuarentena, los farmacéuticos acercan datos útiles y certeros, algo tan valioso en tiempos de “intoxi-información” o “infodemia”.

 

  • Asesorar en cuestiones de salud integral: las farmacias son “barreras sanitarias primordiales”, distribuidas estratégica y homogéneamente en el territorio. Esto también les permite acercar consejos alimentarios; promover hábitos de vida saludable; interrelacionar con otros profesionales de la salud como psicólogos, nutricionistas o entrenadores personales, sin descuidar servicios claves sobre medicamentos como tratamientos de pacientes crónicos o uso racional de antibióticos y anticonceptivos.

 

  • Asistir en casos de violencia de género: en estos días, las farmacias también se han convertido en un aliado de mujeres víctimas de violencia de género, quienes pueden pedir ayuda mediante la solicitud de un “barbijo rojo” como señal para que el profesional farmacéutico denuncie el caso ante quienes corresponda.

 

  • Acompañar a pacientes con enfermedades crónicas: tomar la tensión, revisar su medicación para aumentar la adherencia al tratamiento u ofrecer información correcta sobre la pandemia en relación a la enfermedad crónica son otras prácticas cotidianas que los farmacéuticos vienen llevando a cabo cada vez más.

 

A nivel global, están apareciendo de forma marcada y sistemática servicios no orientados al medicamento que configuran a la farmacia como un “centro efector de salud indiscutible”. En ese sentido, es imprescindible cambiar el paradigma clásico para pensar en una institución focalizada en diseñar servicios que atiendan al paciente en forma integral.

 

En cada una de estas nuevas funciones que han adoptado las farmacias del siglo XXI -y que se han intensificado en tiempos de COVID-19- se siguen construyendo vínculos especiales y duraderos con cada paciente. En todos los casos, la información, el asesoramiento y la ayuda proviene de un profesional de la salud que cada mañana, tarde o noche adopta el rol de un vecino, de un par, de un amigo, transmitiendo un mensaje de cercanía y cariño. Un farmacéutico predispuesto, siempre, a escuchar y a contener a sus pacientes.